Sargón II (derecha) con su hijo, el príncipe Senaquerib |
Muerte de Sargón e insurrección generalizada (705 a.C.)
Sargón
II murió en el frente en 705, en un ataque sorpresa protagonizado
posiblemente por un príncipe caucásico, por lo que no se pudo ni
siquiera recuperar su cadáver.
A
su muerte, Sargón II dejó un reino de bases aparentemente sólidas, pero
con graves problemas internos y rodeado de enemigos poderosos, como
Egipto, Urartu y Elam, que dificultaron su gobierno.
Como
era habitual, la noticia de la muerte del soberano asirio suscitó
movimientos de insurrección en los pueblos sometidos, que en occidente
estuvieron acompañados de simpatías pro-egipcias, abarcando también a
Judá bajo el reinado de Ezequías.
En
Babilonia, un poco antes, un príncipe caldeo llamado Merodac-Baladan, condujo un
levantamiento contra el dominio de Asiria que tuvo éxito, y se convirtió
en rey de Babilonia durante doce años, hasta que fue expulsado por
Sargón en el 709 aC. Pero a la muerte de Sargón -y ascenso de
Senaquerib-, Merodac-Baladan retornó nuevamente a Babilionia y reclamó
su soberanía. Empezó a instigar el desafecto a Asiria por todas partes, y
la narración bíblica nos cuenta que envió una embajada al rey Ezequías
de Judá, aparentemente para felicitarle por su recuperación de una grave
enfermedad, pero no es difícil intuir que realmente quería asegurar su
contribución a la causa antiasiria.
Más
al oeste, en Egipto, Pianki, rey de Etiopía fundó la dinastía XXV y
unificó todo Egipto bajo su control. Ante este poderío egipcio
(eliminación de las dinastías XXIII y XXIV) los vasallos asirios de
Palestina se atrevieron a buscar ayuda en él, y por supuesto Egipto
empezó a instigar a todos los estados fronterizos a que se levantaran
contra el dominio Asirio en Mesopotamia, proclamando firmemente que
respaldaría cualquier rebelión.
El dilema de Ezequías
Es
interesante que unos años antes (714-712 a.C.), en el oeste ya hubo una rebelión
contra Asiria en tiempos de Sargón II. Estuvo liderada por Asdod y
respaldada -como siempre- por Egipto. El profeta Isaías se opuso categóricamente a
esa rebelión, y todo parece indicar que Ezequías le hizo caso, porque si
Judá salió ilesa cuando aquella rebelión fue aplastada, es que
definitivamente no participó en ella.
Pero
ahora las cosas eran diferentes, pensó Ezequías. Se mirara por donde se
mirara, la ocasión para la rebelión no podía ser más propicia. ¿Qué
haría el rey Ezequías de Judá? Humanamente hablando estaba claro; era
una ocasión que no se podía desaprovechar. Sin embargo, había un
problema: El profeta Isaías, que le advertía del peligro de escuchar a
Merodac-Baladan y al rey de Egipto, abogando por una política de
paciencia:
"Porque
así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo
seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" Isaías 30:15.
Ezequías
no era un rey violento ni imprudente, sino más bien calculador, de grandes
miras. Su corazón tendía al Señor, pero su punto débil era que sucumbía
ante la presión. Sabía que fuere cuál fuere la decisión que tomara,
representaría tanto para él como para su pueblo un juego muy peligroso y
arriesgado. No podemos olvidar que apenas a cincuenta kilómetros de
Jerusalén estaba el gobernador de Samaria, que le observa receloso. Un
paso en falso, un indicio de traición a Asiria, y se enviaría una señal a
Nínive. Y entonces Ezequías sería destronado y deportado, cubierto de vergüenza y de
cadenas.
La
Biblia afirma del rey Ezequías que hizo lo recto ante los ojos de Dios,
y puso su esperanza en el Dios de Israel, y que no hubo otro rey como
él entre todos los reyes de Judá. Además llevó a cabo una reforma
cúltica muy profunda, siendo precursora de la que llevaría a cabo el rey
Josías un siglo más tarde.
"En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba" 2ª Reyes 18:5-7.
Pero
incluso un hombre de la talla de Ezequías tiene sus sombras, y
obviamente la independencia del trono de David era algo precioso y muy
atractivo. Así pues, sopesó sus opciones. Egipto ofrecía una alianza, y
Merodac-Baladan, que se había hecho fuerte en Babilonia, enviaba
embajadores para hacer causa común contra los asirios. Parecía algo
seguro, ya que Asiria tendría que pelear en varios frentes. Por otro
lado, y en caso de éxito de la alianza antiasiria, ¿qué consecuencias
podrían acarrear en el futuro el quedarse fuera de esa alianza?
Frente
a esto solo quedaba el profeta Isaías, en nombre del Señor,
ofreciéndole promesas. Es cierto que durante su enfermedad, el profeta
Isaías le ofreció la promesa de su recuperación (Isaías 38:5), y más
tarde vino la promesa en la que el Señor le defendería de Asiria
(38:7-8). Pero Ezequías quería garantías tangibles, y a pesar de que el
Señor le había ofrecido promesas respaldadas por garantías divinas,
Ezequías eligió otro camino, una salvación "a su manera" fundada en
elementos concretos y mundanos, con ejércitos y alianzas.
Lo
tangible siempre parece más real, y el atractivo de la política y el
militarismo resultó más atractivo y seguro para Ezequías. Es cierto
también, y para su descarga, que el partido pro-egipcio de su corte
tenía excesiva influencia. Según Isaías, estos jefes de la nación,
inmorales y ateos, se mofaron de él y le ordenaron que se apartara del
camino y dejase de insistir al rey. Isaías, vencido, escribió lo que
había dicho como testimonio para la posteridad:
"Ciertamente Egipto en vano e inútilmente dará ayuda; por tanto yo le di voces, que su fortaleza sería estarse quietos. Ve,
pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y
regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero,
eternamente y para siempre" Isaías 30:7-8.
Finalmente,
se firmó la alianza con Egipto y con las principales ciudades filisteas
y fenicias, entre las que se encontraban Sidón, Ascalón, y Ecrón. De
hecho, la oportunidad parecía tan buena que incluso los habitantes de
Ecrón depusieron a su rey, Padi, que era fiel a Asiria y lo enviaron
encadenado a Ezequías, quien lo encarceló. Por otro lado, Amón, Moab y
Edom, junto con otras ciudades (Asdod y Gaza) permanecieron fieles a
Asiria.
Y
así, llegó el año 703. Senaquerib expulsó a Merodac-Baladan de
Babilonia, y para ese entonces era lo bastante poderoso para centrar su
atención hacia sus dominios occidentales. Decidido pues a ajustar
cuentas con los rebeldes, marchó hacia el oeste.
La campaña de Senaquerib en el Oeste (701a.C.)
Muchas
ciudades se apresuraron a su encuentro para rendirle homenaje, porque
si algo infundía Asiria en todas las poblaciones de la región era temor.
En realidad, más que temor, lo que experimentaban las gentes ante la
llegada del ejército asirio era un sentimiento de verdadero pánico. La
razón de ello puede verse hoy en día en los bajorrelieves que decoran
las paredes del palacio real en la actual Nimrud (Irak). En ellos se
representan las conquistas de Assurnasirpal, y van acompañados de
relatos en escritura cuneiforme. He aquí, un extracto de una de las
campañas de este monarca:
"Llegué
a la ciudad de Kinabu, la fortaleza del príncipe rebelde Hulaya. Con la
masa de mi ejército y mi feroz combate sitié y conquisté la ciudad.
Pasé por la espada a 800 combatientes y por el fuego a 3000 cautivos; no
dejé ni uno solo vivo como rehén. Capturé vivo a Hulaya, su príncipe.
Amontoné los cadáveres; pasé por el fuego a los jóvenes de ambos sexos
de la ciudad; desollé a Hulaya y puse su pellejo sobre la ciudad de
Damdamusa. Llegué entonces a la ciudad de Tela... su gente confió en sus
sólidos muros y en su gran número de combatientes, y decidieron no
rendirse...sitié y conquisté la plaza. Pasé por la espada a todos sus
combatientes y por el fuego a gran número de cautivos. Capturé a muchos
con vida: a unos les corté las manos y los brazos, a otros les corté la
nariz, las orejas y extremidades;a muchos de ellos les saqué los ojos.
Amontoné los cuerpos de los vivos e hice otra pila con las cabezas.
Colgué las cabezas de los árboles y pasé por el fuego a los jóvenes de
ambos sexos...".
Ezequías
descubrió su error, y lamentó su locura al haber escuchado a sus
consejeros del partido pro-egipcio. Aun así, como hombre prudente que
era, había tomado las medidas oportunas para reforzar las defensas de
Jerusalén, y mejoró el suministro de agua de la ciudad (todavía hoy
existe el canal de agua del Guijón, en la parte oriental de la ciudad).
Estas precauciones eran sabias y precisas, pero hubiera sido mejor
seguir las indicaciones de Isaías y no levantarse en armas. Ahora todo
el pueblo sabía a qué atenerse.
Metódicamente,
Senaquerib fue aplastando todos los reinos rebeldes. Las ciudades
fenicias que se habían levantado al amparo de Tiro se sometieron a su
poder. Eluleo, rey de Sidón, huyó a Chipre. La ciudad de Tiro
continental fue reducida por la fuerza. Desde allí, Senaquerib dirigió
su ejército hacia el sur, en dirección a Ecrón. la ciudad de Ascalón fue
tomada por la fuerza, junto con las ciudades cercanas de Jope y
Bet-dagón. Le tocaba ahora a Judá sufrir el castigo por la parte que
había tomado en el alzamiento.
Pero
a partir de aquí la historia se hace muy confusa, y la narración de las
actividades de Senaquerib contra Ezequías presenta un difícil problema.
Hay varias teorías defendidas por unos historiadores y otros, y las
discusiones en torno a esto se han prolongado por más de 150 años, y no
se ha alcanzado un acuerdo. Y es posible que nunca se alcance.
La
narración de las actividades de Senaquerib contra Ezequías las
encontramos en 2ª Reyes 18 e Isaías 36 ss. La pregunta clave es si estos
relatos contienen el recuerdo de una campaña de Senaquerib o de dos. En
el pasado la mayoría de autores eran partidarios de la hipótesis de una
sola campaña, pero hoy en día parece que la balanza se inclina hacia la
otra hipótesis. No obstante, las opiniones deben tomarse con la máxima
reserva.
Creo
personalmente, como dice John Bright en su obra "Historia de Israel",
que hay razones para pensar que en el libro de 2ª Reyes se hayan fundido
la narración de dos campañas de Senaquerib, una en el 701 a.C.
(18:13-16) y otra más tarde (18:17-19,37), probablemente en el 688 a.C.
De cualquier forma, lo cierto es que no disponemos de ninguna fuente de
información acerca de esta segunda campaña de Senaquerib, y las pruebas
que se ofrecen tampoco son concluyentes.
Pero
aun así, varias razones tanto históricas como de interpretación de los
oráculos de Isaías, me llevan a pensar que realmente todo encaja mejor
si apostamos por la hipótesis de las dos campañas de Senaquerib contra
Judá. Así que, después de leer a unos y a otros y con algunas reservas,
voy a ofrecer el relato de los hechos que me parece más verosímil con la
información disponible, intentando encajar además una tradición de
Herodoto, según la cual, Senaquerib llegó a sitiar la ciudad fronteriza
egipcia de Pelusio. Todo parece indicar que esto fue en tiempo posterior
a la primera campaña del 701a.C., cuando efectivamente reinaba en
Egipto el faraón Tirhakah, que precisamente aparece en la segunda parte
del texto de 2ª Reyes 18, pero en aquel entonces no era rey de Egipto.
Volviendo a la historia, esta sería mi reconstrucción de los hechos.
Probablemente
tras la toma de Ascalón, Senaquerib avanzó en dirección a Ecrón, cuyo
rey, había sido enviado como prisionero a Jerusalén por haberse negado a
sublevarse contra Asiria. En ese momento Senaquerib descubre que un
ejército egipcio marcha en apoyo de Ecrón, y es informado de que ha
tomado posiciones con los filisteos en la llanura del Eltheke, a 15 Km
al NNO de Ecrón.
Efectivamente,
las inscripciones asirias (prisma de Senaquerib), hablan de una batalla
en Eltheque (15 Km. al NNO. de Ecrón), en la que afirma haber derrotado
un ejército egipcio y a las fuerzas del "rey de Etiopía".
A
continuación Senaquerib detalla cómo se apoderó sin esfuerzo de Ecrón y
de otras ciudades filisteas rebeldes, castigando a los responsables de
la insurrección con la ejecución o la deportación.
El propio relato de Senaquerib, nos indica que empezó
a devastar las ciudades de Judá. Estas inscripciones hablan de la
captura de cuarenta y seis ciudades fortificadas y de “innumerables
castillos y lugares pequeños”, de la deportación de 200.150 de sus
habitantes y de la toma de un gran botín. También indica que encerró a
Ezequías y al resto de sus tropas en Jerusalén "como un pájaro en una
jaula". Con toda seguridad, a esta destrucción se refieran los terribles
versos de Isaías 10:28-34.
La
carnicería debió ser espantosa. En el museo Británico de Londres han
sido expuestos los bajorrelieves que se grabaron por orden de Senaquerib
en su palacio imperial de Nínive. Tienen 2,5 m. de altura, y debían
formar un friso casi continuo desde el suelo hasta el techo. En ellos se
pueden apreciar las torres de la fortaleza de Laquis, con sus altos y
fuertes muros, y la lucha en vano de los defensores judíos. Sus rostros,
con barbas recortadas y sin casco son fáciles de reconocer.
Ahora, es fácil comprender la situación absolutamente desesperada de Ezequías, con la deserción de parte
de sus tropas, con todos sus aliados vencidos, y con la información de
la destrucción de su reino y deportación de sus súbditos. Así que cuando vio la devastación de Judea y la voluntad de Senaquerib de
marchar contra Jerusalén, rápidamente envió una embajada a Senaquerib en
Laquis, ofreciéndole su abjecta sumisión y comprometiéndose a aceptar
cualquier condición que le impusieran.
Senaquerib,
al conocer la propuesta de los embajadores judíos, impuso un tributo
aplastante de trescientos talentos de plata y treinta de oro, la
devolución del rey Padi de Ecrón (prisionero en Jerusalén), y
la anexión de parte de territorios de Judá para Ecrón y a otros
vasallos fieles de la costa de los filisteos, como Asdod y Gaza. Parece
incluso que Senaquerib exigió posteriormente un aumento del tributo
pactado, que obligó a Ezequías a expoliar el Templo y agotar el tesoro
real. Todo esto, junto con algunas hijas de Ezequías ofrecidas como
concubinas, fue llevado posteriormente a Nínive.
Aquí
terminaría la primera campaña de Senquerib en el oeste. Ahora bien,
¿qué relación guarda todo esto con la liberación milagrosa de Jerusalén
(no mencionada en las inscripciones asirias) relatada en 2ª Reyes 19 e
Isaías 37?
Hay
algunos autores (p. ej. Soggin) que creen que no hubo ninguna
liberación milagrosa de Jerusalén, sino que la rendición de Ezequías y
la aceptación del tributo por parte de Senaquerib, se convirtió
posteriormente en una leyenda de la intervención milagrosa de Dios,
según la cual el "ángel de Yahvé" hirió terriblemente al ejército
asirio, diezmándolo y obligando a Senaquerib a volver humillado a
Nínive.
El
oráculo de Isaías a Ezequías promete no solo que los asirios no
conquistarán la ciudad, sino que literalmente "no se acercarán a ella" y
que se volverán a su casa por otro camino:
"así
dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni
arrojará saeta en ella; no vendrá delante de ella con escudo,ni
levantará contra ella baluarte" Isaías 37:33.
Esto
encajaría perfectamente con la rendición de Ezequías y la salvación de
Jerusalén. Pero por otro lado, parece estar en contradicción con lo que
el mismo Isaías dice justamente en 29:1-4:
"Porque acamparé contra ti alrededor, y te sitiaré con campamentos, y levantaré contra ti baluartes". Isaías 29:3.
Lo
que está claro es que no consta que el ejército principal asirio
llegara hasta Jerusalén en el 701 a.C., y por supuesto que intentara
tomar la ciudad al asalto. No
tiene sentido admitir profecías tan marcadamente opuestas, y que en un
mismo año Isaías profetizara que los asirios no se acercarían a la
ciudad y a la vez que la sitiarían, ni que en un mismo año aconsejara la
rendición y a la vez también prometiera la liberación.
Así
las cosas, humildemente creo que el primer oráculo pertenecería al 701
a.C., cuando los oráculos de Isaías muestran claramente que denunció con
firmeza la rebelión y la alianza egipcia en que se apoyaba Ezequías,
como una locura y un pecado, y predijo para ella un inmenso desastre. De
esta forma, cuando Senaquerib había devastado todo el territorio y
aislado la ciudad, el propio Isaías aconsejó la rendición:
"¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente... Vuestra
tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra
tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como
asolamiento de extraños... Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra" Isaías 1:5-9.
Además
es interesante la tradición de Herodoto (II, 141), que viajó a Egipto a
investigar esta historia en persona, y que cuenta que Senaquerib
descendió muy al sur, hasta la ciudad egipcia fronteriza de Pelusio, y
que en este sitio, el campamento asirio fue invadido por un tropel de
ratones que los
incapacitó para la invasión de Egipto. Desde luego las crónicas de
Senaquerib tampoco nos dicen nada de este intento de invasión de Egipto,
lo que viene a favorecer la hipótesis de una segunda campaña de
Senaquerib, aun más ambiciosa, en el que bien de manera provocada o no,
se vio involucrada nuevamente la ciudad de Jerusalén.
"Senaquerib,
de la expedición de Egipto regresó a Jerusalén, donde encontró a las
tropas comandadas por Rapsaces en gran peligro por la peste. Dios les
envió una enfermedad que, en la primera noche en que sitiaron a la
ciudad mató a ciento ochenta mil soldados, con sus capitanes y
centuriones" Antigüedades Judías X, 1, 5.
Senaquerib, rey de las cuatro regiones del Universo (700 a.C.)
Sabemos
seguro que en torno al año 700 a.C., Senaquerib tenía motivos para
autodenominarse "Rey de las cuatro regiones del Universo". Había
completado el control asirio en Palestina, y sabemos que después
consagró sus energías a embellecer la ciudad de Nínive, que sería su
capital. Canales, puertos, palacios, jardines colgantes...
Todo
debía contribuir a ensalzar su poderío ante los países vecinos. Unos
600 km más al sur, en Babilonia, Senaquerib había puesto en el trono a
su propio hijo y heredero, Assur-Nadin-Shumi. Desde hacía más de dos
siglos, la ciudad estaba sometida al imperio Asirio. Babilonia era muy
importante para los asirios, ya que su posesión era fundamental para
mantener la hegemonía asiria en Mesopotamia y controlar las redes
comerciales de la región.
Obviamente,
los enemigos de Asiria soñaban con una Babilonia independiente, que les
ayudara a resistir las ambiciones expansionistas asirias. Ese era el
caso de Elam, un poderoso reino que se extendía al este del Tigris, y de
los caldeos, una tribu semita instalada en la baja Mesopotamia desde el
siglo X, que llegaría a inaugurar la última dinastía de Babilonia, con
Nabucodonosor como su soberano más conocido. De hecho, fue el príncipe
Merodac-Baladan, que ya hemos mencionado, el que ocupó Babilonia con la
ayuda de Elam.
La campaña contra Elam (694a.C.) y la destrucción de Babilonia (689a.C.)
Así
que Senaquerib, en el 694a.C., se sentía lo suficientemente fuerte para
acabar de una vez por todas con la amenaza de Elam, y organizó una
expedición naval para asaltar esta ciudad. Pero la campaña no salió como
él esperaba, ya que los elamitas no se arredraron y, tras un ataque
sorpresa por el norte, conquistaron Sippar y Babilonia. El hijo de
Senaquerib fue apresado y muerto. Babilonia quedó nuevamente en las
manos de otro caldeo, Mushezib-Marduk. Pero no acabaron ahí los reveses
para Senaquerib, ya que el nuevo rey de Babilonia, con la ayuda de Elam,
formó un gran ejército que se enfrentó a las tropas de asirias en
Halule (690a.C.). Aunque las crónicas asirias hablan de una victoria de
Senaquerib, hoy en día se piensa que los asirios salieron derrotados.
En
cualquier caso, Senaquerib enfurecido, dispuso un terrible castigo
contra quienes se habían atrevido a desafiar su poder. La ocasión se
presentó al año siguiente, cuando Mushezib-Marduk perdió a su principal
aliado, el rey elamita Humban-nimena, que sufrió un accidente ese mismo
año. Senaquerib no desperdició la oportunidad y se presentó en el 689
a.C. con un inmenso ejército ante las murallas de Babilonia. En esta
segunda campaña infligió un terrible castigo a la rebelde Babilonia, y
no sólo conquistó la mítica ciudad sino que la arrasó hasta sus
cimientos. Una matanza generalizada, en la que destruyó todos sus dioses
y saqueó sus riquezas: "oro, plata, piedras preciosas, haciendas y
bienes". Y finalmente, con el propósito de borrar la ciudad del mapa,
desvió el curso del Eúfrates que pasaba por en medio de la ciudad e
inundó completamente la ciudad.
El propio Senaquerib relata los hechos en la inscripción de Bavian:
"La
ciudad y las casas, desde sus cimientos hasta sus almenas, las destruí,
las arrasé, las incendié. La muralla y la muralla exterior, los
templos, los dioses, el zigurat de ladrillos y tierra, todo lo que había
lo arruiné y los escombros los arrojé al canal Arathu... En medio de la
ciudad cavé acequias, inundé su suelo con agua, la estructura de sus
cimientos destruí. Hice que su ruina fuera mayor que la que produce un
diluvio... Para que en el porvenir el lugar de esa ciudad, sus templos y
sus dioses no sean recordados, lo llené completamente de agua y lo
convertí en un pantano".
Su
acción sería largamente recordada en la memoria histórica de aquellas
tierras e incluso llegó a tener eco en la Biblia. Jeremías, en su
oráculo contra Babilonia (fue reconstruida más tarde por Asarhadón, el
hijo de Senaquerib), parece que tiene en mente este hecho:
"¡Babilonia,la
ciudad famosa en todo el mundo, ha caído, ha sido conquistada! ¡Cómo se
espantan las naciones al verla! El mar inundó Babilonia, la cubrió con
sus grandes olas" Jeremías 51:41-42.
La
arqueología no aporta mucha ayuda, porque los restos más antiguos que
pueden rescatarse del subsuelo son del período neobabilónico, entre los
siglos VII y VI a.C. No obstante, hay una referencia que corrobora este
hecho histórico, y la encontramos en la "Crónica babilónica": "el día primero del mes de Kislev la ciudad fue tomada. Mushezib-Marduk fue hecho prisionero y trasladado a Asiria".
Tras la campaña de Babilonia, Senaquerib regresó a Nínive ostentando el antiguo título de rey de Summer y Acad.
Pero
en todo esto, ¿qué es lo que estaba pasando en el Oeste? Todo parece
indicar que mientras Senaquerib estaba ocupado en la subyugación de
Babilonia, después de su derrota a manos de babilonios y elamitas, en el
691a.C. estalló una nueva rebelión respaldada por el nuevo faraón de
Egipto Tirhakah, que asumió el poder en Egipto en el 689-690 a.C.
No
está claro si a esta rebelión se sumó el rey Ezequías, pero desde
luego las circunstancias eran favorables. Tal vez consideró que era una
buena ocasión para recuperar el territorio que había perdido. Tal vez 2ª
Reyes 18:8 pertenezca a este contexto:
"El [Ezequías] se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió. Hirió también a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de las atalayas hasta la ciudad fortificada" 2ª Reyes 18:7-8
Desde
luego la derrota de Senaquerib en la batalla de Halule podía dar a
entender que Asiria estaba perdiendo fuelle. Además, como hemos
comentado, justo en ese momento el enérgico Tirhakah había llegado al
trono de Egipto. Es perfectamente admisible que las noticias de la
derrota asiria, junto a la promesa de ayuda por parte de Egipto,
impulsaran de nuevo a Ezequías a rebelarse de nuevo. Pero también es
posible que Ezequías fuera una víctima de una agresión no provocada de
Senaquerib simplemente por su ubicación estratégica con Egipto.
Sea como fuere, sí está documentado que hubo algunos estados arameos que apoyaron a Babilonia en la batalla de Halule.
Senaquerib
tuvo las manos atadas para castigar a los rebeldes en el Oeste hasta el
689 a.C., cuando ya había sido sofocada la rebelión en Babilonia, sus
habitantes masacrados con una ferocidad incontenible, sus templos
profanados y destruidos. Hasta la imagen del dios Marduk en Babilonia
fue conducida a Asiria.
Ahora Senaquerib tenía las manos libres otra vez para volverse de nuevo al oeste. Su objetivo parecía claro: Egipto.
La segunda campaña de Senaquerib en el Oeste (¿688a.C.?)
Aunque
no tenemos detalles de esta campañas, los sucesos narrados en 2ª Reyes
18:17-19 parece que encajan mejor en este contexto, según el cual
Senaquerib apareció de nuevo en la llanura costera y comenzó, como en
otro tiempo, por someter la frontera defensiva de Laquis, ya que esta
ciudad ocupaba una posición estratégica en la ruta principal a Egipto.
De esta forma, una vez más, de manera provocada o no, Ezequías volvió a
quedar completamente bloqueado en Jerusalén.
Sin
embargo, Senaquerib tenía que ir con pies de plomo, porque se esperaba
la presencia de un poderoso ejército egipcio enfrente, al mando del
nuevo faraón Tiharkah, que era el verdadero enemigo de Senaquerib, el
único que le podía presentar batalla y el elemento desestabilizador de
todo su imperio en el oeste.
Por
tanto, Senaquerib demostró ser un gran estratega al establecerse en
Laquis, porque aunque aparentemente se mantenía alejado de Egipto en
realidad obligaría al ejército egipcio a desviarse hacia el interior,
sacándolo de su base principal de operaciones. Además, en la ciudad de
Laquis, Senaquerib tenía una posición de fuerza, tanto al norte
(Ascalón, Ecrón) como al este (Jerusalén), pudiendo dirigirse hacia una
línea como a otra, e incluso desplazarse rápidamente hacia Gaza (al
sur), para un contraataque.
Desde
un punto estratégico, no sería prudente para Senaquerib avanzar hacia
el sur, para encontrarse con el faraón, dejando detrás a Jerusalén que,
aunque improbable, pudiera atacarle por la espalda. Creo que por esta
razón, Senaquerib desea concluir cuanto antes el asunto de Judá antes de
enfrentarse con el faraón. Conociendo que no tiene tiempo para reducir a
Jerusalén por el cerco y el asalto, envía a su general en jefe a
Ezequías (el "Rabsaces") para obligarle a rendirse.
El
Rabsaces se encuentra con una delegación de Judá frente a las murallas
de Jersusalén, y de manera astuta, les presenta los términos de la
rendición de la manera más atractiva posible, ocultando su verdadera
intención de saqueo y deportación.
Pero
el Rabsaces, pasando con arrogancia por encima de la petición de los
oficiales enviados por Ezequías, cambia del arameo (el idioma de la
diplomacia de la época) al hebreo, y empieza a dar voces con la
intención de atemorizar a los habitantes de Jerusalén, riéndose delante
de ellos de la impotencia de su Dios para salvarles. Según el texto
bíblico, fue precisamente este espíritu soberbio su error fatal, porque
el Dios de Israel, Señor de las naciones, sí escuchó sus blasfemias.
Y
es que, una cosa es una astuta artimaña política de aconsejar a
Ezequías que no confíe en el Señor y que humanitariamente se ahorre los
horrores de un asedio (Isaías 36:14-16), y otra muy distinta es
equiparar al Señor de Israel a los dioses de las naciones (18-20) y
burlarse de su capacidad para salvar a Jerusalén. Pero no nos
adelantemos.
El
relato de 2ª Reyes nos dice que Ezequías, angustiado, se quitó sus
vestiduras reales y cubierto de cilicio en señal de penitencia presentó
este problema al Señor en el templo. Sabía perfectamente que la
rendición significaría el final de Judá y la deportación de su
población... y prefirió morir luchando. Envió una delegación a Isaías
pidiéndole oración y consejo. Y entonces, para su asombro, recibió el
siguiente mensaje del profeta:
"Así
ha dicho el Señor: No temas por las palabras que has oído, con las
cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. He aquí que yo
pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y haré
que en su tierra perezca a espada" Isaías 37:6-7.
No
se nos dice qué pasó durante la visita de Ezequías a la casa del Señor,
pero los vestidos rasgados y el cilicio eran mucho más que expresiones
formales de angustia y penitencia. Sinceramente creo que Ezequías se dio
cuenta que el Señor era su único recurso, y se volvió a Él. Y de esta
forma asistimos al arrepentimiento y a la confesión, el final de las
fuerzas humanas. Las palabras de Ezequías en Isaías 37:3-4 ponen de
manifiesto la conciencia de pecado que tenía, y se da cuenta que todas
sus esperanzas humanas se han derrumbado. Solo queda una posibilidad,
una sola, y es que el propio Señor defienda su propio honor.
El
Rabsaces, ante la falta de respuesta de Ezequías, regresa junto a
Senaquerib, dejando -según suponemos- a su gran ejército delante de
Jerusalén. Encontró que su señor estaba sitiando otra ciudad fortificada
de Judá, 16 Km al norte de Laquis, Libna. Parece que en ese momento
Senaquerib se entera de que el joven faraón egipcio Tiharca avanza con
su ejército contra él.
La salvación de Jerusalén
El
resultado del encuentro entre Senaquerib y Tirhakah es desconocido.
Seguramente fue una victoria asiria, sobre todo si hay algo de
fundamento histórico en la tradición de Herodoto (Libro II, 141) según
la cual Senaquerib llegó a presionar la frontera de Egipto.
Probablemente, tras una primera primera victoria de Senaquerib, los
asirios persiguieron a los egipcios hasta la ciudad fronteriza de
Pelusio.
Sabemos también que Senaquerib envió nuevamente una embajada asiria con cartas amenazadoras advirtiendo
a Ezequías que no había desistido de su determinación de tomar la
capital de Judá, y que su ejército no se retiraría hasta la total
sumisión a él.
Sin embargo, Isaías predijo la derrota asiria: "quebrantaré
al asirio en mi tierra, y en mis montes lo hollaré; y su yugo será
apartado de ellos, y su carga será quitada de su hombro" Isaías 14:24-27.
¿Qué
es lo que ocurrió? La información externa a la Biblia es escasa, porque
los asirios no solían registrar sus derrotas. Los textos asirios solo
relatan lo que nosotros hemos interpretado como la primera campaña de
Senaquerib, que terminó con la rendición incondicional de Ezequías:
"En
cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. He asediado y
conquistado cuarenta y seis de sus plazas fuertes e innumerables
localidades de las cercanías, construyendo terraplenes, usando máquinas
de asedio, con la ayuda de tropas de asalto, mediante brechas en las
murallas, excavando bajo los bastiones, atacando con arietes. Al propio
rey en persona lo he encerrado en Jerusalén, su residencia, como a un
pájaro en su jaula. [...] Las
ciudades que había pasado a saco desgajé de su país y las entregué a
Mitinti, rey de Ašdod, a Padi, rey de Eqrón, y a Sillibel, rey de Gaza. (...) El propio Ezequías (...) me
envió más tarde a Nínive, mi ciudad señorial, además de 30 talentos de
oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes
bloques de piedra roja, lechos (ataraceados) con marfil, sillas nimedu con marfil, cueros de elefante, madera de ébano, madera de boj y toda
clase de valiosos tesoros, sus hijas, concubinas, músicos y músicas.
Para entregar el tributo y rendir obediencia como un esclavo envió su
mensajero personal".
Pero
tanto en la hipótesis de una sola campaña (después de pagar el tributo
Senaquerib volvió contra Jerusalén) como en la hipótesis de dos, lo que
está claro es que en un momento, en que todo el oeste (Judá incluido)
había sido conquistado, y solo quedaba un último foco de resistencia,
una plaza no conquistada, estando Senaquerib en su apogeo, detuvo el
ataque. Algo inesperado, poco propio de los asirios como dejar sin
destruir una ciudad tan rebelde, ocurrió. Además por el texto bíblico
sabemos su intención de saquear Jerusalén y realizar un deportación
masiva.
La
Biblia deja claro que un acto divino de proporciones masivas puso fin a
la campaña de Senaquerib, y desde luego, dos hechos históricos son
irrefutables: No pudo conquistar Egipto ni pudo tomar Jerusalén.
Según Isaías, el Señor hizo la demostración más clara de que Él es el dueño de la historia universal:
"Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, e hizo su morada en Nínive. Y
aconteció que mientras adoraba en el templo de Nisroc su dios, sus
hijos Adramelec y Sarezer le mataron a espada, y huyeron a la tierra de
Ararat; y reinó en su lugar Esar-hadón su hijo" Isaías 37:36-38
Dios
no aplazó mucho el juicio contra Senaquerib. "Aquella noche" el "ángel
de Jehová" salió para herir al ejército asirio, y así el juicio del
Señor dio un vuelco inesperado a la campaña que Senaquerib había llevado
a cabo de forma tan exitosa y bien ejecutada. Por la noche, de la misma
forma que Dios liberó a Israel en el Éxodo, liberó también a Jerusalén.
Y tal como sucedió entonces, Judá fue liberada sin espada y sin arco,
solo por medio de la interposición del Señor. La cifra de 185.000
soldados es una cifra muy alta como para pensar solamente en una sección
del ejército invasor (Jerusalén), y tal vez debamos pensar que la
calamidad se extendió a las tropas de Senaquerib destacadas en el oeste.
Tampoco el texto dice que todos cayeron en una noche, y tampoco podemos
descartar, como tantas veces en la antigüedad, esa convención literaria
asumida sobre las guerras, donde se exageran los caídos.
Obviamente
y como era natural, Senaquerib, lleno de ansiedad, regresó a Nínive con
lo que había quedado de sus fuerzas. Allí fue traicioneramente
asesinado por sus dos hijos mayores.
Hay
dos relatos extra bíblicos que resultan muy interesantes, uno de Flavio
Josefo y otro de Heródoto, aunque ambos hay que tomarlos con ciertas
reservas.
El historiador judío del siglo I, Flavio Josefo, cita al historiador babilonio Beroso, que escribió una obra (Babyloniaca)
alrededor del año 281 a.C., pero que no se conserva actualmente más que
en fragmentos de otros historiadores. Beroso afirma que empleó “libros que se habían conservado con gran esmero en Babilonia”. Así, Flavio Josefo citando a Beroso escribe:
"Senaquerib,
de la expedición de Egipto regresó a Jerusalén, donde encontró a las
tropas comandadas por Rapsaces en gran peligro por la peste. Dios les
envió una enfermedad que, en la primera noche en que sitiaron a la
ciudad mató a ciento ochenta mil soldados, con sus capitanes y
centuriones."
Heródoto (Historia, II, 141) relata que sobre el campamento asirio "cayó durante la noche un tropel de ratones campestres que royeron sus aljabas, sus arcos y, asimismo, los brazales de sus escudos", que los incapacitó para la invasión de Egipto.
Heródoto (Historia, II, 141) relata que sobre el campamento asirio "cayó durante la noche un tropel de ratones campestres que royeron sus aljabas, sus arcos y, asimismo, los brazales de sus escudos", que los incapacitó para la invasión de Egipto.
Esta no es la única vez en el Antiguo Testamento, el ángel del Señor ataca utilizando la peste como señal externa de juicio:
"Y
Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo
señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil
hombres. Y cuando el
ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se
arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta
ahora; detén tu mano. Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de
Arauna jebuseo." 2ª Samuel 24:15-16
Así
pues, la actuación del ángel de Yahvé hiriendo al ejército asirio tiene
el respaldo de la tradición de Herodoto y Beroso, y fue conservada en
las profecías de Isaías que la predijeron, llegando
a crearse el dogma nacional de la inviolabilidad de Sion. Este dogma
trajo consecuencias muy negativas en el futuro, y seguro que Isaías lo
hubiera rechazado, ya que aunque se asumía que Judá podía ser
castigada por sus pecados, por otro lado se creía que permanecería
siempre en pie. Cien años después se demostró que no era así, aunque
Dios sí cumplió sus promesas.
La soberanía del Señor
Tras
el acoso de Senaquerib a Jerusalén con las amenazas del Rabsaces,
dejamos un Ezequías completamente roto, arrepentido de no haber confiado
en el Señor, y esperando una palabra de esperanza por parte de Isaías.
Me
imagino que cuando volvieron con Senaquerib, y éste les preguntó: "¿Qué
ha respondido?". Entonces ellos le dirían, casi balbuceando "bueno,
esto..., la verdad es que nada". Este es el momento más álgido de la fe
de Ezequías, y lo demuestra no dejándose llevar por el pánico.
Me
llama mucho la atención el comportamiento que tuvo Isaías en esta parte
final de la crisis. Él que tanto se había opuesto a la rebelión contra
Asiria, se mantuvo en todo momento junto a su rey, animándole a
permanecer firme y declarándole que los asirios, en su soberbia, se
habían endiosado a sí mismos y blasfemado contra Yahvé, y que nunca
tomarían Jerusalén. Y después desaparece Isaías de la escena.
Es
interesante también que Ezequías recibe un mensaje de parte de Dios sin
haberlo buscado. Su adopción del camino de la fe abre la puerta al
Eterno, y Dios le habla. El oráculo que viene a continuación (Isaías
37:21-35) anuncia la resolución del problema, y lo que no pudieron
conseguir los armamentos, las alianzas, la diplomacia o el dinero, lo
consigue la oración. Y lo que el Señor se dispone a hacer ahora es algo
que ya había planeado hace mucho tiempo:
"¿No
has oído decir que desde tiempos antiguos yo lo hice, que desde los
días de la antigüedad lo tengo ideado? Y ahora lo he hecho venir, y tú
serás para reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros... He conocido tu condición, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí. Porque
contra mí te airaste, y tu arrogancia ha subido a mis oídos; pondré,
pues, mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver
por el camino por donde viniste". Isaías 37:26-29.
Y
aquí tenemos el misterio más grande de la verdad de Dios revelada en
las Escrituras. El Señor es soberano, y Él pone y quita reyes, levanta
imperios y los hace caer. Pero lo verdaderamente asombroso es el
misterio de la oración, el medio por el cual el Señor hace que se
cumplan sus consejos eternos.
Este
oráculo contiene una importante lección. Senaquerib ha estado haciendo
planes como si fuera omnipotente, y esta es la blasfemia recurrente
desde el Génesis: que un ser humano se comporte como si fuera Dios. La
confianza en sus propias fuerzas ("sus muchos carros"), la idea
de que es autor de su propio éxito y dueño de su futuro, el árbitro de
sus propios planes, considerando a sus adversarios como meros obstáculos
naturales, como una simple maraña vegetal que no puede detenerle, y sus
pies son capaces de detener hasta el Nilo.
Pero el soberano ve, oye y actúa. La soberanía de Dios es absoluta. La expresión "lo he hecho venir"
habla de algo ya dispuesto con mucha antelación. La soberanía de Dios
es ejecutiva, y aun los duros hechos de la historia humana forman parte
del plan de Dios:
"que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo el Señor soy el que hago todo esto" Isaías 45:7
Esto
queda corroborado con otro pasaje de Isaías, en el que Dios jura enviar
Asiria contra Judea la impía, pero a la vez jura que "castigará el
fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria" enviando una plaga
contra sus guerreros:
"Pero
acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el
monte de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del
corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos... ¿Se gloriará el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve? Por
esto el Señor, Jehová de los ejércitos, enviará debilidad sobre sus
robustos, y debajo de su gloria encenderá una hoguera como ardor de
fuego" Isaías 10: 12-16.
La
idea es clara: nada existe ni ocurre si no es por la voluntad de Dios.
Nada, incluyendo personas, acontecimientos o acciones de maldad. Dios lo
dispone con anterioridad y esa es la verdadera razón por la que todo
sucede. Afirmar que Dios nunca hace el mal no equivale a afirmar que
Dios no envía el mal. En ocasiones Él envió espíritus malignos (como a
Saúl), o ángeles para destruir, o plagas, etc. El mismo profeta Isaías
presenta a Dios moviendo a otros a hacer el mal:
"Levantaré
egipcios contra egipcios, y cada uno peleará contra su hermano, cada
uno contra su prójimo; ciudad contra ciudad, y reino contra reino" Isaías 19:2.
Hoy
en día se ha popularizado la teología conocida como "Teísmo abierto",
en la que se intenta librar a Dios de su responsabilidad por el mal,
pero lo cierto es que Dios no quiere librarse de esa responsabilidad.
Las Escrituras dejan claro que Dios no hace el mal, pero al mismo tiempo
dejan entrever que Dios dispone de todo el mal que existe, determinando
que ocurriera.
La
soberanía de Dios también es moral, y finalmente Asiria recibe su
merecido. La soberanía de Dios es misteriosa, porque aunque no está
limitada por su voluntad, tiene en cuenta los actos responsables de los
hombres. Así, la arrogancia asiria, su ambición imperialista, su
crueldad incomparable, etc. son reales, responsables y culpables, pero
su ejecución cae sobre la tutela divina.
Y
por último, el Soberano es fiel, y para que nadie piense que la
retirada asiria no fue más que una feliz coincidencia, Isaías añade una
señal: durante dos años la tierra produciría por sí sola suficientes
alimentos para el pueblo hasta que en el año tercero pudieran volver a
la agricultura.
Una lección no aprendida
¡Qué
triste es saber que esta gran victoria del Señor en favor de su pueblo
no vino acompañado de una comprensión adecuada por parte de éste de su
parte de responsabilidad en el pacto!
De hecho, podemos decir que la liberación de Judá de la mano asiria precipitó su fin. ¿Por qué digo esto? Porque produjo una confianza ciega y fanática en la protección del Señor, pero sin una verdadera fidelidad a Él mismo y al pacto.
Puede
resultar extraño, pero Judá se había olvidado de la antigua alianza,
del pacto mosaico. De hecho, éste había quedado sustituido por otro, que
por supuesto ni anulaba el anterior ni entraba en contradicción con él.
Se trataba del pacto eterno de Yahvé con el rey David.
Esta
noción de la alianza es más bien un tanto diferente, y como he dicho
había llegado a reemplazar en la mente nacional a la alianza primitiva.
Se creyó y se afirmó que Yahvé había elegido a Sión como su morada y que
había prometido a David una dinastía eterna; que cada rey, ungido como
"hijo" de Yahvé, sería defendido contra sus enemigos, y que la dinastía
alcanzaría, al fin, un poderío mayor que el de David, con todos los
reyes de la tierra humillados a sus pies.
De esta forma tan sutil se desplazó la realidad de que la existencia de Judá descansaba en una respuesta obediente a
la Gracia de Dios en el pasado, y se tornó en unas promesas
incondicionales de Dios a favor de su pueblo para el futuro. Así, el
culto oficial a Yahvé se puso al servicio de esta teología perniciosa, y
su finalidad era asegurar el bienestar de la nación mediante el sacrificio y
las ofrendas, reafirmando un ritual de las promesas ya mencionadas. Ya
no era necesaria la obediencia, esa devoción personal a Dios.
¡Qué
fácil es cambiar el culto a Dios por una mera religión de actos
externos! ¡Qué fácil es pensar que nuestro Dios nos defenderá de
nuestros enemigos sin pensar que estamos jugando con fuego!
Tuvieron
que pasar cien años para que Babilonia para que sucediera lo
inevitable. Los babilonios cayeron con toda su fuerza contra Jerusalén y
esta vez, Yahvé no salió en su ayuda. Al contrario, se había convertido
en su enemigo. La ciudad cayó tras dieciocho terribles meses de hambre y
enfermedades. El templo, el palacio y gran parte de la
ciudad fueron incendiados. El rey Sedequías fue obligado a presenciar la
ejecución de sus hijos, antes de dejarle ciego y llevarle encadenado a
Babilonia.
Los
supervivientes a la matanza, cargados de vergüenza, tuvieron que partir
para reunirse con los exiliados que hacía ya diez años que estaban en
Babilonia, y a los que Ezequiel llevaba años profetizando que este
momento ocurriría.
Gracias
a Dios, los babilonios no empleaban los mismos métodos que los asirios,
y un grupo de exiliados sobrevivió en un campo de refugiados judíos
junto al río Quebar.
Y
ahí también podemos ver la manos soberana de Dios, porque, ¿qué hubiera
sucedido si Senaquerib hubiera finalmente tomado la ciudad de
Jerusalén, saqueado su riqueza y deportado a sus habitantes? Sabemos que
ese fue el caso del reino del norte, que desapareció para siempre tras
el paso de los asirios. Pero si Asiria hubiera conseguido su propósito,
Judá hubiera desaparecido para siempre. Y entonces, ¿qué hubiera pasado
con los planes de Dios? ¿qué pasaría con el nacimiento de ese Rey, el
brazo del Señor, que traerá salvación a todos los confines de la tierra?
Pero
el Señor es dueño del tiempo y de la historia. Castigó a su pueblo,
pero de ese castigo surgió un pueblo depurado, con una convicción más
real de su necesidad de salvación, de una vida de obediencia que preparó
el camino para la llegada del Mesías.
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Bibliografía
- La Historia de Israel. John Bright. Editorial DESCLÉE DE BROUNER.
- Nuevo comentario bíblico: siglo veintiuno. Varios. Editorial Mundo Hispano.
- Comentario Bíblico Histórico. Edersheim, Alfred. Editorial CLIE
- Nueva Historia de Israel. J.Alberto Soggin. Editorial DESCLÉE DE BROUWER
- Israel y la Naciones. F.F. Bruce. Editorial Portavoz Evangélico.
- Diccionario Bíblico Arqueológico. Charles F. Pfeiffer. Editorial Mundo Hispano.
- Nuevo Manual Bíblico Unger. Merrill F. Unger. Editorial Portavoz Evangélico.
- Josefo: Los Escritos Esenciales. Paul L. Maier. Editorial Portavoz Evangélico
- Antiguedades Judías: Libros I-XI. Editorial Akal.
- Isaías. J.A. Motyer. Publicaciones Andamio.
- Auxiliar Biblico Portavoz. Harold L. Willmington. Editorial Portavoz Evangélico.
- Y la Biblia tenía razón. Werner Keller. Editorial Omega.
- La historia del mundo en 100 objetos. Editorial Random House Mondadori.
- Compendio de Historia Sagrada. Varios. Editorial Progreso.
- Más allá de la Biblia. Mario Liverani. Editorial Crítica.
Por mas que los reyes asirios hayan querido maquillar la derrota, es de notable interés que nunca se menciona la conquista de Jerusalén. Habiendo humillado a Egipto y siendo imparables, va contra la politica asiria dejar en paz a Jerusalén. Si no se toma en cuenta el relato biblico, es un misterio la retirada asiria.
ResponderEliminarwooooow!
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