martes, 13 de mayo de 2014

SENAQUERIB Y EZEQUÍAS

Sargón II (derecha) con su hijo, el príncipe Senaquerib 
Senaquerib (en Acadio: Śïn-ahhe-eriba) subió al trono de Asiria en el año 705 a.C., y se mantuvo en él hasta su muerte en el año 681 a.C. Su padre, Sargón II, fue el rey que finalizó la conquista de Samaria poniendo fin para siempre a Israel, el reino del norte. 

Muerte de Sargón e insurrección generalizada (705 a.C.)

Sargón II murió en el frente en 705, en un ataque sorpresa protagonizado posiblemente por un príncipe caucásico, por lo que no se pudo ni siquiera recuperar su cadáver. 

A su muerte, Sargón II dejó un reino de bases aparentemente sólidas, pero con graves problemas internos y rodeado de enemigos poderosos, como Egipto, Urartu y Elam, que dificultaron su gobierno.

Como era habitual, la noticia de la muerte del soberano asirio suscitó movimientos de insurrección en los pueblos sometidos, que en occidente estuvieron acompañados de simpatías pro-egipcias, abarcando también a Judá bajo el reinado de Ezequías.

En Babilonia, un poco antes, un príncipe caldeo llamado Merodac-Baladan, condujo un levantamiento contra el dominio de Asiria que tuvo éxito, y se convirtió en rey de Babilonia durante doce años, hasta que fue expulsado por Sargón en el 709 aC. Pero a la muerte de Sargón -y ascenso de Senaquerib-, Merodac-Baladan retornó nuevamente a Babilionia y reclamó su soberanía. Empezó a instigar el desafecto a Asiria por todas partes, y la narración bíblica nos cuenta que envió una embajada al rey Ezequías de Judá, aparentemente para felicitarle por su recuperación de una grave enfermedad, pero no es difícil intuir que realmente quería asegurar su contribución a la causa antiasiria.

Más al oeste, en Egipto, Pianki, rey de Etiopía fundó la dinastía XXV y unificó todo Egipto bajo su control. Ante este poderío egipcio (eliminación de las dinastías XXIII y XXIV) los vasallos asirios de Palestina se atrevieron a buscar ayuda en él, y por supuesto Egipto empezó a instigar a todos los estados fronterizos a que se levantaran contra el dominio Asirio en Mesopotamia, proclamando firmemente que respaldaría cualquier rebelión.

El dilema de Ezequías

Es interesante que unos años antes (714-712 a.C.), en el oeste ya hubo una rebelión contra Asiria en tiempos de Sargón II. Estuvo liderada por Asdod y respaldada -como siempre- por Egipto. El profeta Isaías se opuso categóricamente a esa rebelión, y todo parece indicar que Ezequías le hizo caso, porque si Judá salió ilesa cuando aquella rebelión fue aplastada, es que definitivamente no participó en ella.

Pero ahora las cosas eran diferentes, pensó Ezequías. Se mirara por donde se mirara, la ocasión para la rebelión no podía ser más propicia. ¿Qué haría el rey Ezequías de Judá? Humanamente hablando estaba claro; era una ocasión que no se podía desaprovechar. Sin embargo, había un problema: El profeta Isaías, que le advertía del peligro de escuchar a Merodac-Baladan y al rey de Egipto, abogando por una política de paciencia:

"Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" Isaías 30:15.

Ezequías no era un rey violento ni imprudente, sino más bien calculador, de grandes miras. Su corazón tendía al Señor, pero su punto débil era que sucumbía ante la presión. Sabía que fuere cuál fuere la decisión que tomara, representaría tanto para él como para su pueblo un juego muy peligroso y arriesgado. No podemos olvidar que apenas a cincuenta kilómetros  de Jerusalén estaba el gobernador de Samaria, que le observa receloso. Un paso en falso, un indicio de traición a Asiria, y se enviaría una señal a Nínive. Y entonces Ezequías sería destronado y deportado, cubierto de vergüenza y de cadenas.

La Biblia afirma del rey Ezequías que hizo lo recto ante los ojos de Dios, y puso su esperanza en el Dios de Israel, y que no hubo otro rey como él entre todos los reyes de Judá. Además llevó a cabo una reforma cúltica muy profunda, siendo precursora de la que llevaría a cabo el rey Josías un siglo más tarde.

"En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba" 2ª Reyes 18:5-7.

Pero incluso un hombre de la talla de Ezequías tiene sus sombras, y obviamente la independencia del trono de David era algo precioso y muy atractivo. Así pues, sopesó sus opciones. Egipto ofrecía una alianza, y Merodac-Baladan, que se había hecho fuerte en Babilonia, enviaba embajadores para hacer causa común contra los asirios. Parecía algo seguro, ya que Asiria tendría que pelear en varios frentes. Por otro lado, y en caso de éxito de la alianza antiasiria, ¿qué consecuencias podrían acarrear en el futuro el quedarse fuera de esa alianza?

Frente a esto solo quedaba el profeta Isaías, en nombre del Señor, ofreciéndole promesas. Es cierto que durante su enfermedad, el profeta Isaías le ofreció la promesa de su recuperación (Isaías 38:5), y más tarde vino la promesa en la que el Señor le defendería de Asiria (38:7-8). Pero Ezequías quería garantías tangibles, y a pesar de que el Señor le había ofrecido promesas respaldadas por garantías divinas, Ezequías eligió otro camino, una salvación "a su manera" fundada en elementos concretos y mundanos, con ejércitos y alianzas.

Lo tangible siempre parece más real, y el atractivo de la política y el militarismo resultó más atractivo y seguro para Ezequías. Es cierto también, y para su descarga, que el partido pro-egipcio de su corte tenía excesiva influencia. Según Isaías, estos jefes de la nación, inmorales y ateos, se mofaron de él y le ordenaron que se apartara del camino y dejase de insistir al rey. Isaías, vencido, escribió lo que había dicho como testimonio para la posteridad:

"Ciertamente Egipto en vano e inútilmente dará ayuda; por tanto yo le di voces, que su fortaleza sería estarse quietos. Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre" Isaías 30:7-8.

Finalmente, se firmó la alianza con Egipto y con las principales ciudades filisteas y fenicias, entre las que se encontraban Sidón, Ascalón, y Ecrón. De hecho, la oportunidad parecía tan buena que incluso los habitantes de Ecrón depusieron a su rey, Padi, que era fiel a Asiria y lo enviaron encadenado a Ezequías, quien lo encarceló. Por otro lado, Amón, Moab y Edom, junto con otras ciudades (Asdod y Gaza) permanecieron fieles a Asiria.

Y así, llegó el año 703. Senaquerib expulsó a Merodac-Baladan de Babilonia, y para ese entonces era lo bastante poderoso para centrar su atención hacia sus dominios occidentales. Decidido pues a ajustar cuentas con los rebeldes, marchó hacia el oeste.

La campaña de Senaquerib en el Oeste (701a.C.)

Muchas ciudades se apresuraron a su encuentro para rendirle homenaje, porque si algo infundía Asiria en todas las poblaciones de la región era temor. En realidad, más que temor, lo que experimentaban las gentes ante la llegada del ejército asirio era un sentimiento de verdadero pánico. La razón de ello puede verse hoy en día en los bajorrelieves que decoran las paredes del palacio real en la actual Nimrud (Irak). En ellos se representan las conquistas de Assurnasirpal, y van acompañados de relatos en escritura cuneiforme.  He aquí, un extracto de una de las campañas de este monarca: 

"Llegué a la ciudad de Kinabu, la fortaleza del príncipe rebelde Hulaya. Con la masa de mi ejército y mi feroz combate sitié y conquisté la ciudad. Pasé por la espada a 800 combatientes y por el fuego a 3000 cautivos; no dejé ni uno solo vivo como rehén. Capturé vivo a Hulaya, su príncipe. Amontoné los cadáveres; pasé por el fuego a los jóvenes de ambos sexos de la ciudad; desollé a Hulaya y puse su pellejo sobre la ciudad de Damdamusa. Llegué entonces a la ciudad de Tela... su gente confió en sus sólidos muros y en su gran número de combatientes, y decidieron no rendirse...sitié y conquisté la plaza. Pasé por la espada a todos sus combatientes y por el fuego a gran número de cautivos. Capturé a muchos con vida: a unos les corté las manos y los brazos, a otros les corté la nariz, las orejas y extremidades;a muchos de ellos les saqué los ojos. Amontoné los cuerpos de los vivos e hice otra pila con las cabezas. Colgué las cabezas de los árboles y pasé por el fuego a los jóvenes de ambos sexos...".

Ezequías descubrió su error, y lamentó su locura al haber escuchado a sus consejeros del partido pro-egipcio. Aun así, como hombre prudente que era, había tomado las medidas oportunas para reforzar las defensas de Jerusalén, y mejoró el suministro de agua de la ciudad (todavía hoy existe el canal de agua del Guijón, en la parte oriental de la ciudad). Estas precauciones eran sabias y precisas, pero hubiera sido mejor seguir las indicaciones de Isaías y no levantarse en armas. Ahora todo el pueblo sabía a qué atenerse.

Metódicamente, Senaquerib fue aplastando todos los reinos rebeldes. Las ciudades fenicias que se habían levantado al amparo de Tiro se sometieron a su poder. Eluleo, rey de Sidón, huyó a Chipre. La ciudad de Tiro continental fue reducida por la fuerza. Desde allí, Senaquerib dirigió su ejército hacia el sur, en dirección a Ecrón. la ciudad de Ascalón fue tomada por la fuerza, junto con las ciudades cercanas de Jope y Bet-dagón. Le tocaba ahora a Judá sufrir el castigo por la parte que había tomado en el alzamiento.

Pero a partir de aquí la historia se hace muy confusa, y la narración de las actividades de Senaquerib contra Ezequías presenta un difícil problema. Hay varias teorías defendidas por unos historiadores y otros, y las discusiones en torno a esto se han prolongado por más de 150 años, y no se ha alcanzado un acuerdo. Y es posible que nunca se alcance.

La narración de las actividades de Senaquerib contra Ezequías las encontramos en 2ª Reyes 18 e Isaías 36 ss. La pregunta clave es si estos relatos contienen el recuerdo de una campaña de Senaquerib o de dos. En el pasado la mayoría de autores eran partidarios de la hipótesis de una sola campaña, pero hoy en día parece que la balanza se inclina hacia la otra hipótesis. No obstante, las opiniones deben tomarse con la máxima reserva.

Creo personalmente, como dice John Bright en su obra  "Historia de Israel", que hay razones para pensar que en el libro de 2ª Reyes se hayan fundido la narración de dos campañas de Senaquerib, una en el 701 a.C. (18:13-16) y otra más tarde (18:17-19,37), probablemente en el 688 a.C. De cualquier forma, lo cierto es que no disponemos de ninguna fuente de información acerca de esta segunda campaña de Senaquerib, y las pruebas que se ofrecen tampoco son concluyentes.

Pero aun así, varias razones tanto históricas como de interpretación de los oráculos de Isaías, me llevan a pensar que realmente todo encaja mejor si apostamos por la hipótesis de las dos campañas de Senaquerib contra Judá. Así que, después de leer a unos y a otros y con algunas reservas, voy a ofrecer el relato de los hechos que me parece más verosímil con la información disponible, intentando encajar además una tradición de Herodoto, según la cual, Senaquerib llegó a sitiar la ciudad fronteriza egipcia de Pelusio. Todo parece indicar que esto fue en tiempo posterior a la primera campaña del 701a.C., cuando efectivamente reinaba en Egipto el faraón Tirhakah, que precisamente aparece en la segunda parte del texto de 2ª Reyes 18, pero en aquel entonces no era rey de Egipto.

Volviendo a la historia, esta sería mi reconstrucción de los hechos.

Probablemente tras la toma de Ascalón, Senaquerib avanzó en dirección a Ecrón, cuyo rey, había sido enviado como prisionero a Jerusalén por haberse negado a sublevarse contra Asiria. En ese momento Senaquerib descubre que un ejército egipcio marcha en apoyo de Ecrón, y es informado de que ha tomado posiciones con los filisteos en la llanura del Eltheke, a 15 Km al NNO de Ecrón.

Prisma de Senaquerib, Universidad de Chicago
Efectivamente, las inscripciones asirias (prisma de Senaquerib), hablan de una batalla en Eltheque (15 Km. al NNO. de Ecrón), en la que afirma haber derrotado un ejército egipcio y a las fuerzas del "rey de Etiopía". 


A continuación Senaquerib detalla cómo se apoderó sin esfuerzo de Ecrón y de otras ciudades filisteas rebeldes, castigando a los responsables de la insurrección con la ejecución o la deportación. 

El propio relato de Senaquerib, nos indica que empezó a devastar las ciudades de Judá. Estas inscripciones hablan de la captura de cuarenta y seis ciudades fortificadas y de “innumerables castillos y lugares pequeños”, de la deportación de 200.150 de sus habitantes y de la toma de un gran botín. También indica que encerró a Ezequías y al resto de sus tropas en Jerusalén "como un pájaro en una jaula". Con toda seguridad, a esta destrucción se refieran los terribles versos de Isaías 10:28-34.

La carnicería debió ser espantosa. En el museo Británico de Londres han sido expuestos los bajorrelieves que se grabaron por orden de Senaquerib en su palacio imperial de Nínive. Tienen 2,5 m. de altura, y debían formar un friso casi continuo desde el suelo hasta el techo. En ellos se pueden apreciar las torres de la fortaleza de Laquis, con sus altos y fuertes muros, y la lucha en vano de los defensores judíos. Sus rostros, con barbas recortadas y sin casco son fáciles de reconocer. 

Ahora, es fácil comprender la situación absolutamente desesperada de Ezequías, con la deserción de parte de sus tropas, con todos sus aliados vencidos, y con la información de la destrucción de su reino y deportación de sus súbditos. Así que cuando vio la devastación de Judea y la voluntad de Senaquerib de marchar contra Jerusalén, rápidamente envió una embajada a Senaquerib en Laquis, ofreciéndole su abjecta sumisión y comprometiéndose a aceptar cualquier condición que le impusieran. 

Senaquerib, al conocer la propuesta de los embajadores judíos, impuso un tributo aplastante de trescientos talentos de plata y treinta de oro, la devolución del rey Padi de Ecrón (prisionero en Jerusalén), y la anexión de parte de territorios de Judá para Ecrón y a otros vasallos fieles de la costa de los filisteos, como Asdod y Gaza. Parece incluso que Senaquerib exigió posteriormente un aumento del tributo pactado, que obligó a Ezequías a expoliar el Templo y agotar el tesoro real. Todo esto, junto con algunas hijas de Ezequías ofrecidas como concubinas, fue llevado posteriormente a Nínive.

Aquí terminaría la primera campaña de Senquerib en el oeste. Ahora bien, ¿qué relación guarda todo esto con la liberación milagrosa de Jerusalén (no mencionada en las inscripciones asirias) relatada en 2ª Reyes 19 e Isaías 37? 

Hay algunos autores (p. ej. Soggin) que creen que no hubo ninguna liberación milagrosa de Jerusalén, sino que la rendición de Ezequías y la aceptación del tributo por parte de Senaquerib, se convirtió posteriormente en una leyenda de la intervención milagrosa de Dios, según la cual el "ángel de Yahvé" hirió terriblemente al ejército asirio, diezmándolo y obligando a Senaquerib a volver humillado a Nínive.

El oráculo de Isaías a Ezequías promete no solo que los asirios no conquistarán la ciudad, sino que literalmente "no se acercarán a ella" y que se volverán a su casa por otro camino:

"así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni arrojará saeta en ella; no vendrá delante de ella con escudo,ni levantará contra ella baluarte" Isaías 37:33.

Esto encajaría perfectamente con la rendición de Ezequías y la salvación de Jerusalén. Pero por otro lado, parece estar en contradicción con lo que el mismo Isaías dice justamente en 29:1-4:

"Porque acamparé contra ti alrededor, y te sitiaré con campamentos, y levantaré contra ti baluartes". Isaías 29:3.

Lo que está claro es que no consta que el ejército principal asirio llegara hasta Jerusalén en el 701 a.C., y por supuesto que intentara tomar la ciudad al asalto. No tiene sentido admitir profecías tan marcadamente opuestas, y que en un mismo año Isaías profetizara que los asirios no se acercarían a la ciudad y a la vez que la sitiarían, ni que en un mismo año aconsejara la rendición y a la vez también prometiera la liberación. 

Así las cosas, humildemente creo que el primer oráculo pertenecería al 701 a.C., cuando los oráculos de Isaías muestran claramente que denunció con firmeza la rebelión y la alianza egipcia en que se apoyaba Ezequías, como una locura y un pecado, y predijo para ella un inmenso desastre. De esta forma, cuando Senaquerib había devastado todo el territorio y aislado la ciudad, el propio Isaías aconsejó la rendición:

"¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente... Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños... Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra" Isaías 1:5-9.

Además es interesante la tradición de Herodoto (II, 141), que viajó a Egipto a investigar esta historia en persona, y que cuenta que Senaquerib descendió muy al sur, hasta la ciudad egipcia fronteriza de Pelusio, y que en este sitio, el campamento asirio fue invadido por un tropel de ratones que los incapacitó para la invasión de Egipto. Desde luego las crónicas de Senaquerib tampoco nos dicen nada de este intento de invasión de Egipto, lo que viene a favorecer la hipótesis de una segunda campaña de Senaquerib, aun más ambiciosa, en el que bien de manera provocada o no, se vio involucrada nuevamente la ciudad de Jerusalén.

"Senaquerib, de la expedición de Egipto regresó a Jerusalén, donde encontró a las tropas comandadas por Rapsaces en gran peligro por la peste. Dios les envió una enfermedad que, en la primera noche en que sitiaron a la ciudad mató a ciento ochenta mil soldados, con sus capitanes y centurionesAntigüedades Judías X, 1, 5.

Senaquerib, rey de las cuatro regiones del Universo (700 a.C.)

Sabemos seguro que en torno al año 700 a.C., Senaquerib tenía motivos para autodenominarse "Rey de las cuatro regiones del Universo". Había completado el control asirio en Palestina, y sabemos que después consagró sus energías a embellecer la ciudad de Nínive, que sería su capital. Canales, puertos, palacios, jardines colgantes...

Todo debía contribuir a ensalzar su poderío ante los países vecinos. Unos 600 km más al sur, en Babilonia, Senaquerib había puesto en el trono a su propio hijo y heredero, Assur-Nadin-Shumi. Desde hacía más de dos siglos, la ciudad estaba sometida al imperio Asirio. Babilonia era muy importante para los asirios, ya que su posesión era fundamental para mantener la hegemonía asiria en Mesopotamia y controlar las redes comerciales de la región.

Obviamente, los enemigos de Asiria soñaban con una Babilonia independiente, que les ayudara a resistir las ambiciones expansionistas asirias. Ese era el caso de Elam, un poderoso reino que se extendía al este del Tigris, y de los caldeos, una tribu semita instalada en la baja Mesopotamia desde el siglo X, que llegaría a inaugurar la última dinastía de Babilonia, con Nabucodonosor como su soberano más conocido. De hecho, fue el príncipe Merodac-Baladan, que ya hemos mencionado, el que ocupó Babilonia con la ayuda de Elam.

La campaña contra Elam (694a.C.) y la destrucción de Babilonia (689a.C.)

Así que Senaquerib, en el 694a.C., se sentía lo suficientemente fuerte para acabar de una vez por todas con la amenaza de Elam, y organizó una expedición naval para asaltar esta ciudad. Pero la campaña no salió como él esperaba, ya que los elamitas no se arredraron y, tras un ataque sorpresa por el norte, conquistaron Sippar y Babilonia. El hijo de Senaquerib fue apresado y muerto. Babilonia quedó nuevamente en las manos de otro caldeo, Mushezib-Marduk. Pero no acabaron ahí los reveses para Senaquerib, ya que el nuevo rey de Babilonia, con la ayuda de Elam, formó un gran ejército que se enfrentó a las tropas de asirias en Halule (690a.C.). Aunque las crónicas asirias hablan de una victoria de Senaquerib, hoy en día se piensa que los asirios salieron derrotados.

En cualquier caso, Senaquerib enfurecido, dispuso un terrible castigo contra quienes se habían atrevido a desafiar su poder. La ocasión se presentó al año siguiente, cuando Mushezib-Marduk perdió a su principal aliado, el rey elamita Humban-nimena, que sufrió un accidente ese mismo año. Senaquerib no desperdició la oportunidad y se presentó en el 689 a.C. con un inmenso ejército ante las murallas de Babilonia. En esta segunda campaña infligió un terrible castigo a la rebelde Babilonia, y no sólo conquistó la mítica ciudad sino que la arrasó hasta sus cimientos. Una matanza generalizada, en la que destruyó todos sus dioses y saqueó sus riquezas: "oro, plata, piedras preciosas, haciendas y bienes". Y finalmente, con el propósito de borrar la ciudad del mapa, desvió el curso del Eúfrates que pasaba por en medio de la ciudad e inundó completamente la ciudad.

El propio Senaquerib relata los hechos en la inscripción de Bavian:

"La ciudad y las casas, desde sus cimientos hasta sus almenas, las destruí, las arrasé, las incendié. La muralla y la muralla exterior, los templos, los dioses, el zigurat de ladrillos y tierra, todo lo que había lo arruiné y los escombros los arrojé al canal Arathu... En medio de la ciudad cavé acequias, inundé su suelo con agua, la estructura de sus cimientos destruí. Hice que su ruina fuera mayor que la que produce un diluvio... Para que en el porvenir el lugar de esa ciudad, sus templos y sus dioses no sean recordados, lo llené completamente de agua y lo convertí en un pantano".

Su acción sería largamente recordada en la memoria histórica de aquellas tierras e incluso llegó a tener eco en la Biblia. Jeremías, en su oráculo contra Babilonia (fue reconstruida más tarde por Asarhadón, el hijo de Senaquerib), parece que tiene en mente este hecho:

"¡Babilonia,la ciudad famosa en todo el mundo, ha caído, ha sido conquistada! ¡Cómo se espantan las naciones al verla! El mar inundó Babilonia, la cubrió con sus grandes olas" Jeremías 51:41-42.

La arqueología no aporta mucha ayuda, porque los restos más antiguos que pueden rescatarse del subsuelo son del período neobabilónico, entre los siglos VII y VI a.C. No obstante, hay una referencia que corrobora este hecho histórico, y la encontramos en la "Crónica babilónica": "el día primero del mes de Kislev la ciudad fue tomada. Mushezib-Marduk fue hecho prisionero y trasladado a Asiria".

Tras la campaña de Babilonia, Senaquerib regresó a Nínive ostentando el antiguo título de rey de Summer y Acad.

Pero en todo esto, ¿qué es lo que estaba pasando en el Oeste? Todo parece indicar que mientras Senaquerib estaba ocupado en la subyugación de Babilonia, después de su derrota a manos de babilonios y elamitas, en el 691a.C. estalló una nueva rebelión respaldada por el nuevo faraón de Egipto Tirhakah, que asumió el poder en Egipto en el 689-690 a.C.

No está claro si a esta rebelión se sumó el rey Ezequías, pero desde luego las circunstancias eran favorables. Tal vez consideró que era una buena ocasión para recuperar el territorio que había perdido. Tal vez 2ª Reyes 18:8 pertenezca a este contexto:

"El [Ezequías] se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió. Hirió también a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de las atalayas hasta la ciudad fortificada" 2ª Reyes 18:7-8

Desde luego la derrota de Senaquerib en la batalla de Halule podía dar a entender que Asiria estaba perdiendo fuelle. Además, como hemos comentado, justo en ese momento el enérgico Tirhakah había llegado al trono de Egipto. Es perfectamente admisible que las noticias de la derrota asiria, junto  a la promesa de ayuda por parte de Egipto, impulsaran de nuevo a Ezequías a rebelarse de nuevo. Pero también es posible que Ezequías fuera una víctima de una agresión no provocada de Senaquerib simplemente por su ubicación estratégica con Egipto.

Sea como fuere, sí está documentado que hubo algunos estados arameos que apoyaron a Babilonia en la batalla de Halule. 

Senaquerib tuvo las manos atadas para castigar a los rebeldes en el Oeste hasta el 689 a.C., cuando ya había sido sofocada la rebelión en Babilonia, sus habitantes masacrados con una ferocidad incontenible, sus templos profanados y destruidos. Hasta la imagen del dios Marduk en Babilonia fue conducida a Asiria.

Ahora Senaquerib tenía las manos libres otra vez para volverse de nuevo al oeste. Su objetivo parecía claro: Egipto.

La segunda campaña de Senaquerib en el Oeste (¿688a.C.?)

Aunque no tenemos detalles de esta campañas, los sucesos narrados en 2ª Reyes 18:17-19 parece que encajan mejor en este contexto, según el cual Senaquerib apareció de nuevo en la llanura costera y comenzó, como en otro tiempo, por someter la frontera defensiva de Laquis, ya que esta ciudad ocupaba una posición estratégica en la ruta principal a Egipto. De esta forma, una vez más, de manera provocada o no, Ezequías volvió a quedar completamente bloqueado en Jerusalén.

Sin embargo, Senaquerib tenía que ir con pies de plomo, porque se esperaba la presencia de un poderoso ejército egipcio enfrente, al mando del nuevo faraón Tiharkah, que era el verdadero enemigo de Senaquerib, el único que le podía presentar batalla y el elemento desestabilizador de todo su imperio en el oeste.

Por tanto, Senaquerib demostró ser un gran estratega al establecerse en Laquis, porque aunque aparentemente se mantenía alejado de Egipto en realidad obligaría al ejército egipcio a desviarse hacia el interior, sacándolo de su base principal de operaciones. Además, en la ciudad de Laquis, Senaquerib tenía una posición de fuerza, tanto al norte (Ascalón, Ecrón) como al este (Jerusalén), pudiendo dirigirse hacia una línea como a otra, e incluso desplazarse rápidamente hacia Gaza (al sur), para un contraataque.


Desde un punto estratégico, no sería prudente para Senaquerib avanzar hacia el sur, para encontrarse con el faraón, dejando detrás a Jerusalén que, aunque improbable, pudiera atacarle por la espalda. Creo que por esta razón, Senaquerib desea concluir cuanto antes el asunto de Judá antes de enfrentarse con el faraón. Conociendo que no tiene tiempo para reducir a Jerusalén por el cerco y el asalto, envía a su general en jefe a Ezequías (el "Rabsaces") para obligarle a rendirse.

El Rabsaces se encuentra con una delegación de Judá frente a las murallas de Jersusalén, y de manera astuta, les presenta los términos de la rendición de la manera más atractiva posible, ocultando su verdadera intención de saqueo y deportación.

Pero el Rabsaces, pasando con arrogancia por encima de la petición de los oficiales enviados por Ezequías, cambia del arameo (el idioma de la diplomacia de la época) al hebreo, y empieza a dar voces con la intención de atemorizar a los habitantes de Jerusalén, riéndose delante de ellos de la impotencia de su Dios para salvarles. Según el texto bíblico, fue precisamente este espíritu soberbio su error fatal, porque el Dios de Israel, Señor de las naciones, sí escuchó sus blasfemias.

Y es que, una cosa es una astuta artimaña política de aconsejar a Ezequías que no confíe en el Señor y que humanitariamente se ahorre los horrores de un asedio (Isaías 36:14-16), y otra muy distinta es equiparar al Señor de Israel a los dioses de las naciones (18-20) y burlarse de su capacidad para salvar a Jerusalén. Pero no nos adelantemos.

El relato de 2ª Reyes nos dice que Ezequías, angustiado, se quitó sus vestiduras reales y cubierto de cilicio en señal de penitencia presentó este problema al Señor en el templo. Sabía perfectamente que la rendición significaría el final de Judá y la deportación de su población... y prefirió morir luchando. Envió una delegación a Isaías pidiéndole oración y consejo. Y entonces, para su asombro, recibió el siguiente mensaje del profeta:

"Así ha dicho el Señor: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. He aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra perezca a espada" Isaías 37:6-7.

No se nos dice qué pasó durante la visita de Ezequías a la casa del Señor, pero los vestidos rasgados y el cilicio eran mucho más que expresiones formales de angustia y penitencia. Sinceramente creo que Ezequías se dio cuenta que el Señor era su único recurso, y se volvió a Él. Y de esta forma asistimos al arrepentimiento y a la confesión, el final de las fuerzas humanas. Las palabras de Ezequías en Isaías 37:3-4 ponen de manifiesto la conciencia de pecado que tenía, y se da cuenta que todas sus esperanzas humanas se han derrumbado. Solo queda una posibilidad, una sola, y es que el propio Señor defienda su propio honor.

El Rabsaces, ante la falta de respuesta de Ezequías, regresa junto a Senaquerib, dejando -según suponemos- a su gran ejército delante de Jerusalén. Encontró que su señor estaba sitiando otra ciudad fortificada de Judá, 16 Km al norte de Laquis, Libna. Parece que en ese momento Senaquerib se entera de que el joven faraón egipcio Tiharca avanza con su ejército contra él.

La salvación de Jerusalén

El resultado del encuentro entre Senaquerib y Tirhakah es desconocido. Seguramente fue una victoria asiria, sobre todo si hay algo de fundamento histórico en la tradición de Herodoto (Libro II, 141) según la cual Senaquerib llegó a presionar la frontera de Egipto. Probablemente, tras una primera primera victoria de Senaquerib, los asirios persiguieron a los egipcios hasta la ciudad fronteriza de Pelusio.

Sabemos también que Senaquerib envió nuevamente una embajada asiria con cartas amenazadoras advirtiendo a Ezequías que no había desistido de su determinación de tomar la capital de Judá, y que su ejército no se retiraría hasta la total sumisión a él.

Sin embargo, Isaías predijo la derrota asiria: "quebrantaré al asirio en mi tierra, y en mis montes lo hollaré; y su yugo será apartado de ellos, y su carga será quitada de su hombro" Isaías 14:24-27.

¿Qué es lo que ocurrió? La información externa a la Biblia es escasa, porque los asirios no solían registrar sus derrotas. Los textos asirios solo relatan lo que nosotros hemos interpretado como la primera campaña de Senaquerib, que terminó con la rendición incondicional de Ezequías:

"En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. He asediado y conquistado cuarenta y seis de sus plazas fuertes e innumerables localidades de las cercanías, construyendo terraplenes, usando máquinas de asedio, con la ayuda de tropas de asalto, mediante brechas en las murallas, excavando bajo los bastiones, atacando con arietes. Al propio rey en persona lo he encerrado en Jerusalén, su residencia, como a un pájaro en su jaula. [...] Las ciudades que había pasado a saco desgajé de su país y las entregué a Mitinti, rey de Ašdod, a Padi, rey de Eqrón, y a Sillibel, rey de Gaza. (...) El propio Ezequías (...) me envió más tarde a Nínive, mi ciudad señorial, además de 30 talentos de oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes bloques de piedra roja, lechos (ataraceados) con marfil, sillas nimedu con marfil, cueros de elefante, madera de ébano, madera de boj y toda clase de valiosos tesoros, sus hijas, concubinas, músicos y músicas. Para entregar el tributo y rendir obediencia como un esclavo envió su mensajero personal".

Pero tanto en la hipótesis de una sola campaña (después de pagar el tributo Senaquerib volvió contra Jerusalén) como en la hipótesis de dos, lo que está claro es que en un momento, en que todo el oeste (Judá incluido) había sido conquistado, y solo quedaba un último foco de resistencia, una plaza no conquistada, estando Senaquerib en su apogeo, detuvo el ataque. Algo inesperado, poco propio de los asirios como dejar sin destruir una ciudad tan rebelde, ocurrió. Además por el texto bíblico sabemos su intención de saquear Jerusalén y realizar un deportación masiva. 

La Biblia deja claro que un acto divino de proporciones masivas puso fin a la campaña de Senaquerib, y desde luego, dos hechos históricos son irrefutables: No pudo conquistar Egipto ni pudo tomar Jerusalén.

Según Isaías, el Señor hizo la demostración más clara de que Él es el dueño de la historia universal:

"Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, e hizo su morada en Nínive. Y aconteció que mientras adoraba en el templo de Nisroc su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer le mataron a espada, y huyeron a la tierra de Ararat; y reinó en su lugar Esar-hadón su hijo" Isaías 37:36-38

Dios no aplazó mucho el juicio contra Senaquerib. "Aquella noche" el "ángel de Jehová" salió para herir al ejército asirio, y así el juicio del Señor dio un vuelco inesperado a la campaña que Senaquerib había llevado a cabo de forma tan exitosa y bien ejecutada. Por la noche, de la misma forma que Dios liberó a Israel en el Éxodo, liberó también a Jerusalén. Y tal como sucedió entonces, Judá fue liberada sin espada y sin arco, solo por medio de la interposición del Señor. La cifra de 185.000 soldados es una cifra muy alta como para pensar solamente en una sección del ejército invasor (Jerusalén), y tal vez debamos pensar que la calamidad se extendió a las tropas de Senaquerib destacadas en el oeste. Tampoco el texto dice que todos cayeron en una noche, y tampoco podemos descartar, como tantas veces en la antigüedad, esa convención literaria asumida sobre las guerras, donde se exageran los caídos.

Obviamente y como era natural, Senaquerib, lleno de ansiedad, regresó a Nínive con lo que había quedado de sus fuerzas. Allí fue traicioneramente asesinado por sus dos hijos mayores.

Hay dos relatos extra bíblicos que resultan muy interesantes, uno de Flavio Josefo y otro de Heródoto, aunque ambos hay que tomarlos con ciertas reservas.

El historiador judío del siglo I, Flavio Josefo, cita al historiador babilonio Beroso, que escribió una obra (Babyloniaca) alrededor del año 281 a.C., pero que no se conserva actualmente más que en fragmentos de otros historiadores. Beroso afirma que empleó “libros que se habían conservado con gran esmero en Babilonia”. Así, Flavio Josefo citando a Beroso escribe:

"Senaquerib, de la expedición de Egipto regresó a Jerusalén, donde encontró a las tropas comandadas por Rapsaces en gran peligro por la peste. Dios les envió una enfermedad que, en la primera noche en que sitiaron a la ciudad mató a ciento ochenta mil soldados, con sus capitanes y centuriones."

Heródoto (Historia, II, 141) relata que sobre el campamento asirio "cayó durante la noche un tropel de ratones campestres que royeron sus aljabas, sus arcos y, asimismo, los brazales de sus escudos", que los incapacitó para la invasión de Egipto.

Esta no es la única vez en el Antiguo Testamento, el ángel del Señor ataca utilizando la peste como señal externa de juicio:

"Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres. Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora; detén tu mano. Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna jebuseo." 2ª Samuel 24:15-16

Así pues, la actuación del ángel de Yahvé hiriendo al ejército asirio tiene el respaldo de la tradición de Herodoto y Beroso, y fue conservada en las profecías de Isaías que la predijeron, llegando a crearse el dogma nacional de la inviolabilidad de Sion. Este dogma trajo consecuencias muy negativas en el futuro, y seguro que Isaías lo hubiera rechazado, ya que aunque se asumía que Judá podía ser castigada por sus pecados, por otro lado se creía que permanecería siempre en pie. Cien años después se demostró que no era así, aunque Dios sí cumplió sus promesas.

La soberanía del Señor

Tras el acoso de Senaquerib a Jerusalén con las amenazas del Rabsaces, dejamos un Ezequías completamente roto, arrepentido de no haber confiado en el Señor, y esperando una palabra de esperanza por parte de Isaías.

Me imagino que cuando volvieron con Senaquerib, y éste les preguntó: "¿Qué ha respondido?". Entonces ellos le dirían, casi balbuceando "bueno, esto..., la verdad es que nada". Este es el momento más álgido de la fe de Ezequías, y lo demuestra no dejándose llevar por el pánico.

Me llama mucho la atención el comportamiento que tuvo Isaías en esta parte final de la crisis. Él que tanto se había opuesto a la rebelión contra Asiria, se mantuvo en todo momento junto a su rey, animándole a permanecer firme y declarándole que los asirios, en su soberbia, se habían endiosado a sí mismos y blasfemado contra Yahvé, y que nunca tomarían Jerusalén. Y después desaparece Isaías de la escena.

Es interesante también que Ezequías recibe un mensaje de parte de Dios sin haberlo buscado. Su adopción del camino de la fe abre la puerta al Eterno, y Dios le habla. El oráculo que viene a continuación (Isaías 37:21-35) anuncia la resolución del problema, y lo que no pudieron conseguir los armamentos, las alianzas, la diplomacia o el dinero, lo consigue la oración. Y lo que el Señor se dispone a hacer ahora es algo que ya había planeado hace mucho tiempo:

"¿No has oído decir que desde tiempos antiguos yo lo hice, que desde los días de la antigüedad lo tengo ideado? Y ahora lo he hecho venir, y tú serás para reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros... He conocido tu condición, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí. Porque contra mí te airaste, y tu arrogancia ha subido a mis oídos; pondré, pues, mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste". Isaías 37:26-29.

Y aquí tenemos el misterio más grande de la verdad de Dios revelada en las Escrituras. El Señor es soberano, y Él pone y quita reyes, levanta imperios y los hace caer. Pero lo verdaderamente asombroso es el misterio de la oración, el medio por el cual el Señor hace que se cumplan sus consejos eternos.

Este oráculo contiene una importante lección. Senaquerib ha estado haciendo planes como si fuera omnipotente, y esta es la blasfemia recurrente desde el Génesis: que un ser humano se comporte como si fuera Dios. La confianza en sus propias fuerzas ("sus muchos carros"), la idea de que es autor de su propio éxito y dueño de su futuro, el árbitro de sus propios planes, considerando a sus adversarios como meros obstáculos naturales, como una simple maraña vegetal que no puede detenerle, y sus pies son capaces de detener hasta el Nilo.

Pero el soberano ve, oye y actúa. La soberanía de Dios es absoluta. La expresión "lo he hecho venir" habla de algo ya dispuesto con mucha antelación. La soberanía de Dios es ejecutiva, y aun los duros hechos de la historia humana forman parte del plan de Dios:

"que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo el Señor soy el que hago todo esto" Isaías 45:7

Esto queda corroborado con otro pasaje de Isaías, en el que Dios jura enviar Asiria contra Judea la impía, pero a la vez jura que "castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria" enviando una plaga contra sus guerreros:

"Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos... ¿Se gloriará el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve? Por esto el Señor, Jehová de los ejércitos, enviará debilidad sobre sus robustos, y debajo de su gloria encenderá una hoguera como ardor de fuego" Isaías 10: 12-16.

La idea es clara: nada existe ni ocurre si no es por la voluntad de Dios. Nada, incluyendo personas, acontecimientos o acciones de maldad. Dios lo dispone con anterioridad y esa es la verdadera razón por la que todo sucede. Afirmar que Dios nunca hace el mal no equivale a afirmar que Dios no envía el mal. En ocasiones Él envió espíritus malignos (como a Saúl), o ángeles para destruir, o plagas, etc. El mismo profeta Isaías presenta a Dios moviendo a otros a hacer el mal:

"Levantaré egipcios contra egipcios, y cada uno peleará contra su hermano, cada uno contra su prójimo; ciudad contra ciudad, y reino contra reino" Isaías 19:2.

Hoy en día se ha popularizado la teología conocida como "Teísmo abierto", en la que se intenta librar a Dios de su responsabilidad por el mal, pero lo cierto es que Dios no quiere librarse de esa responsabilidad. Las Escrituras dejan claro que Dios no hace el mal, pero al mismo tiempo dejan entrever que Dios dispone de todo el mal que existe, determinando que ocurriera.

La soberanía de Dios también es moral, y finalmente Asiria recibe su merecido. La soberanía de Dios es misteriosa, porque aunque no está limitada por su voluntad, tiene en cuenta los actos responsables de los hombres. Así, la arrogancia asiria, su ambición imperialista, su crueldad incomparable, etc. son reales, responsables y culpables, pero su ejecución cae sobre la tutela divina.

Y por último, el Soberano es fiel, y para que nadie piense que la retirada asiria no fue más que una feliz coincidencia, Isaías añade una señal: durante dos años la tierra produciría por sí sola suficientes alimentos para el pueblo hasta que en el año tercero pudieran volver a la agricultura.

Una lección no aprendida

¡Qué triste es saber que esta gran victoria del Señor en favor de su pueblo no vino acompañado de una comprensión adecuada por parte de éste de su parte de responsabilidad en el pacto!

De hecho, podemos decir que la liberación de Judá de la mano asiria precipitó su fin. ¿Por qué digo esto? Porque produjo una confianza ciega y fanática en la protección del Señor, pero sin una verdadera fidelidad a Él mismo y al pacto.

Puede resultar extraño, pero Judá se había olvidado de la antigua alianza, del pacto mosaico. De hecho, éste había quedado sustituido por otro, que por supuesto ni anulaba el anterior ni entraba en contradicción con él. Se trataba del pacto eterno de Yahvé con el rey David.

Esta noción de la alianza es más bien un tanto diferente, y como he dicho había llegado a reemplazar en la mente nacional a la alianza primitiva. Se creyó y se afirmó que Yahvé había elegido a Sión como su morada y que había prometido a David una dinastía eterna; que cada rey, ungido como "hijo" de Yahvé, sería defendido contra sus enemigos, y que la dinastía alcanzaría, al fin, un poderío mayor que el de David, con todos los reyes de la tierra humillados a sus pies. 

De esta forma tan sutil se desplazó la realidad de que la existencia de Judá descansaba en una respuesta obediente a la Gracia de Dios en el pasado, y se tornó en unas promesas incondicionales de Dios a favor de su pueblo para el futuro. Así, el culto oficial a Yahvé se puso al servicio de esta teología perniciosa, y su finalidad era asegurar el bienestar de la nación mediante el sacrificio y las ofrendas, reafirmando un ritual de las promesas ya mencionadas. Ya no era necesaria la obediencia, esa devoción personal a Dios.

¡Qué fácil es cambiar el culto a Dios por una mera religión de actos externos! ¡Qué fácil es pensar que nuestro Dios nos defenderá de nuestros enemigos sin pensar que estamos jugando con fuego!

Tuvieron que pasar cien años para que Babilonia para que sucediera lo inevitable. Los babilonios cayeron con toda su fuerza contra Jerusalén y esta vez, Yahvé no salió en su ayuda. Al contrario, se había convertido en su enemigo. La ciudad cayó tras dieciocho terribles meses de hambre y enfermedades. El templo, el palacio y gran parte de la ciudad fueron incendiados. El rey Sedequías fue obligado a presenciar la ejecución de sus hijos, antes de dejarle ciego y llevarle encadenado a Babilonia.

Los supervivientes a la matanza, cargados de vergüenza, tuvieron que partir para reunirse con los exiliados que hacía ya diez años que estaban en Babilonia, y a los que Ezequiel llevaba años profetizando que este momento ocurriría.

Gracias a Dios, los babilonios no empleaban los mismos métodos que los asirios, y un grupo de exiliados sobrevivió en un campo de refugiados judíos junto al río Quebar.

Y ahí también podemos ver la manos soberana de Dios, porque, ¿qué hubiera sucedido si Senaquerib hubiera finalmente tomado la ciudad de Jerusalén, saqueado su riqueza y deportado a sus habitantes? Sabemos que ese fue el caso del reino del norte, que desapareció para siempre tras el paso de los asirios. Pero si Asiria hubiera conseguido su propósito, Judá hubiera desaparecido para siempre. Y entonces, ¿qué hubiera pasado con los planes de Dios? ¿qué pasaría con el nacimiento de ese Rey, el brazo del Señor, que traerá salvación a todos los confines de la tierra?

Pero el Señor es dueño del tiempo y de la historia. Castigó a su pueblo, pero de ese castigo surgió un pueblo depurado, con una convicción más real de su necesidad de salvación, de una vida de obediencia que preparó el camino para la llegada del Mesías.

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Bibliografía

- La Historia de Israel. John Bright. Editorial DESCLÉE DE BROUNER.
- Nuevo comentario bíblico: siglo veintiuno. Varios. Editorial Mundo Hispano. 
- Comentario Bíblico Histórico. Edersheim, Alfred. Editorial CLIE
- Nueva Historia de Israel. J.Alberto Soggin. Editorial DESCLÉE DE BROUWER
- Israel y la Naciones. F.F. Bruce. Editorial Portavoz Evangélico.
- Diccionario Bíblico Arqueológico. Charles F. Pfeiffer. Editorial Mundo Hispano.
- Nuevo Manual Bíblico Unger. Merrill F. Unger. Editorial Portavoz Evangélico.
- Josefo: Los Escritos Esenciales. Paul L. Maier. Editorial Portavoz Evangélico
- Antiguedades Judías: Libros I-XI. Editorial Akal.
- Isaías. J.A. Motyer. Publicaciones Andamio.
- Auxiliar Biblico Portavoz. Harold L. Willmington. Editorial Portavoz Evangélico.
- Y la Biblia tenía razón. Werner Keller. Editorial Omega.
- La historia del mundo en 100 objetos. Editorial Random House Mondadori. 
- Compendio de Historia Sagrada. Varios. Editorial Progreso. 
- Más allá de la Biblia. Mario Liverani. Editorial Crítica.